EXPECTATIVAS CON FUTURO

Si tratamos a nuestros hijos como mejores, más capaces e inteligentes con pleno convencimiento, lograremos que sea una realidad: se producirá el "efecto Pigmalión".



Pigmalión era un gran escultor, que creaba imágenes de gran realismo y belleza. Tan dedicado estaba a su arte, que no se preocupó por encontrar esposa.Hubo un tiempo en el que pasaba la mayor parte del tiempo en su taller trabajando en una escultura. Se trataba de una estatua de marfil que representaba a una joven de gran belleza, y logró hacerla con tanta gracia y perfección que parecía estar viva, aunque inmóvil. Pigmalión estaba extasiado con esta obra. Pasaba las horas observando a la mujer que había esculpido, hasta que se dió cuenta de que se había enamorado de la estatua.En las fiestas de Afrodita, la diosa del Amor, Pigmalión se dirigió hacia el templo, se postró a los pies de su imagen, y le suplicó que le concediera una esposa que fuera igual a la estatua. Se levantó y regresó a su casa. Entró al salón donde estaba la estatua. Conocía de memoria cada una de sus facciones, y pudo notar que uno de sus dedos se había movido. Se acercó para descubrir que era lo que había pasado, y ante sus asombrados ojos la estatua empezó a cobrar el color de la vida, a respirar y a moverse. Afrodita le había otorgado el don de la vida a la imagen que él amaba. Pigmalión la llamó Galatea y la hizo su esposa.Este mito clásico, relatado por Ovidio, da nombre a un curioso efecto que se estudia en psicología y pedagogía, el "Efecto Pigmalión" que, en resumen, consiste en que las expectativas que tenemos de las personas, con el tiempo, se hacen realidad. Si esperamos sinceramente de nuestros hijos lo mejor, en los estudios, en las relaciones familiares, en el éxito en las relaciones sociales, en el deporte... ellos lograrán alcanzar estos éxitos.Probablemente al leer esto seréis incrédulos como yo lo fui la primera vez que lo oí pensé que era absurdo. Antes de establecer prejuicios, os invito a hacer la prueba por vosotros mismos. Probad durante un tiempo a tratarles con mayor consideración y afecto del habitual. Esforzaos por creerles capaces de mejorar su rendimiento, de mejorar su carácter, de aprovechar todas sus posibilidades. Hacedles ver que de verdad confiáis en que lo van a lograr. Mostradles respeto y confianza en sus esfuerzos. En resumen tened y manifestadles buenas expectativas. Tened por seguro que en un periodo de tiempo razonablemente corto empezaréis a notar sensibles mejorías.No se trata de un fenómeno extraño o inexplicable. Se trata de una situación de empatía, de lograr un crecimiento de la persona en un clima positivo. El progreso que experimentarán nuestros hijos es debido a que cuanto más claramente sepan que esperemos de ellos lo mejor, más seguridad tendrán en ellos mismos.Si tenemos expectativas positivas de nuestros hijos y se las manifestamos frecuentemente, se las hacemos sentir realmente, lograremos un clima emocional positivo en el seno de la familia.Al esperar más de ellos también les ofreceremos más información, más formación, más posibilidades de crecimiento. Estas expectativas, en el fondo, nos llevarán a exigirles más pero sin coacción, en un ritmo de crecimiento y entendimiento mutuo. También les daremos más oportunidades para plantearse sus propias metas, sus propias posibilidades, de afrontar sus propios retos.En el fondo, cuando les expresamos expectativas positivas realmente sinceras, les estamos ofreciendo la posibilidad de ir construyendo su propio futuro con confianza, esperanza y una alta autoestima. Serán protagonistas de sus propio crecimiento.

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